Violencia contra la mujer en Barrancabermeja

Copyright Carlos Alberto Durán

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Por: Carlos Alberto Durán Sánchez.

Barrancabermeja (Colombia)

Hace unos días, con ocasión de la ola de indignación nacional que se desató luego del suceso del ‘Bolillo’ Gómez en Bogotá, se me ocurrió pensar que quizá Dios podría ser mujer; y que pegarle a una de ellas sería casi cómo asestarle un puñetazo al creador. De hecho, la biblia nos enseña que Dios nos creó a imágen y semejanza, luego, no sería tan descabellado. Sobre esta idea, mi hijo fue quien mejor expresó el concepto, al decir que Dios podría ser hermafrodita. Con la sonrisa que me arrancó la ocurrencia, pensé que, de hecho, no tiene nada de ofensivo pensar que los seres humanos somos tan complementarios en su género, que el ser supremo y superior puede tener esta dualidad.

No obstante, en muchos rincones de Colombia ( y del mundo en general) existe un mayor menosprecio hacia el género femenino. La dualidad, aveces queda «coja» por falta de comprensión. Quizá el terrible episodio del otrora técnico de la selección colombia, no deja de ser un capítulo más de violencia, que exaspera cierto juzgamiento colectivo por el hecho de haber sido en contra de una dama. El hecho, aunque terrible, no deja de llamar la atención, especialmente porque, de la misma manera intolerable, el país salió a condenar al Bolillo, pensando que quizá la mejor forma para que pagara por su culpa, era siendo expulsado de la selección Colombia y condenándolo en foros de opinión y en redes sociales.

Llama la atención que la disculpa pública, el acto de contricción de Gómez, y el inicio de terapia psicológica, no haya tenido la suficiente prensa que si obtuvo el episodio criminal de golpear a la mujer. El reflejo de lo que es nuestro país, con respecto a este suceso, pude comprobarlo cuando, por esos días, charlaba con estudiantes universitarios de Barrancabermeja sobre el tema. Todos condenaron el hecho y que había que sacar al Bolillo, pero muchos justificaron de alguna manera el acto.

La ciudad, en el año 2010, ocupó el deshonroso lugar de haber tenido 10.000 denuncias de violencia intrafamiliar. (el promedio nacional es de 260 casos por cada 100 mil habitantes, y el de barrancabermeja es de 560 casos cada 100 mil habitantes). Las cifras fueron justificadas desde diversos puntos de vista, pero casi todos convergían hacia un punto: Que probablemente las mujeres se lo habían merecido por alguna razón. Está de más anotar que no hay nada que justifique el uso de la violencia, ni hacia mujeres, ni hacia los niños, ni hacia otros hombres; y que las leyes protegen a las víctimas de estos actos. Pero, llama poderosamente la atención, que las opiniones de jóvenes que se están formando en pregrado, mantengan el mismo paradigma de encontrar como forma de castigo los golpes, de la misma manera en que un marido borracho lo puede hacer, ante el reclamo de su esposa porque se está gastando la plata del mercado.

Hace unos días no pude más que sentir tristeza al ver en una entrevista de la televisión local, a una señora que armada con un pito entregado por la alcaldía, mostraba como tenía que usarlo cuando el marido le fuera a pegar, para llamar a la solidaridad de las vecinas. La violencia y la agresión, que se materializa en hablar mal de las mujeres y en censurar sus actuaciones, es una manera soterrada y vil , aunque mayormente aceptada, porque se camufla bajo las connotaciones que ofrecen los chismes, los corrillos y los rumores, que hieren – tanto y más- que los mismos golpes. El cambio cultural, desde mi punto de vista, es educativo. Es necesario retomar la manera de defender a nuestras mujeres con el ejemplo de valorarlas, y que las únicas marcas que deben quedar en sus cuerpos sean los besos y los abrazos que les hayamos dado.

La costumbre de agredir enmarcada por la diferencia de género, la he podido comprobar igualmente en estos días de efervecencia política, cuando simpatizantes de diferentes campañas, tanto hombres como mujeres, no tienen reparos en meterse en la vida personal de los demás, señalando agresivamente, para que no se vote por tal o cual candidato o candidata, las supuestas virtudes de altares o de colchones. Lo que más desolación me dió, fue el argumento de una persona que se me acercó a denigrar de una candidata, enarbolando como estandarte el fortalecimiento de los valores familiares de otro, usando en su acometido los peores antivalores: la calumnia infame y el insulto a mansalva, que a la larga demuestra la falta de compromiso con el cambio cultural que necesita esta ciudad para bajar los índices tan preocupantes de violencia intrafamiliar.

A esta miembra de la avanzada de un candidato a la alcaldía, (porque también dolorosamente era una mujer), debo decirle que el efecto de argumentar con chismes le hace más daño a su propia campaña, y produce un efecto contrario de solidaridad. Otra razón por la que quiero que gane la alcaldía una mujer en una ciudad tan machista, es la de que los simpatizantes de las campañas, aprendan a liderar proceso educativos ejemplarizantes sobre como se debe hacer política respetando.